Ayer circuló en los medios de comunicación la curiosa anécdota de un individuo presumiblemente de nacionalidad inglesa que, al parecer, ha perdido la memoria. No habla y no se sabe quién es. Toca muy bien el piano. El personal de la clínica inglesa donde se encuentra ingresado lo llama
el hombre del piano. Fue encontrado por la policía en estado de confusión y con la ropa totalmente mojada en la isla Sheppey el pasado mes de abril. Cuando llegó al hospital no reaccionaba ante ningún estímulo.
Días después de su rescate, un médico decidió darle un papel y un lápiz para analizar su reacción y el joven dibujó un piano de cola. Fue llevado a la capilla del centro sanitario, y allí tocó el instrumento. Los médicos afirman que cuando empieza a tocar parece que los síntomas de su enfermedad desaparecen.
Los empleados del centro sanitario cuentan que se sienta delante del piano y toca durante horas sin descanso. A menudo interpreta
El lago de los cines' de Tchaikovsky u otras melodías desconocidas probablemente compuestas por él. Los médicos destacan que la música puede jugar un papel muy importante en su recuperación. La nota informativa comenta que muchos terapeutas la utilizan para ayudar los pacientes que sufren de amnesia a afrontar el acontecimiento traumático que les condujo a la pérdida de memoria.
"Muestra signos de estrés y es probable que haya sufrido un fuerte trauma. Está muy asustado, sólo delante del piano vuelve a vivir", finaliza la información de agencias difundida en España.
¿Qué hay de extraño en todo esto (incluso aunque se trate de un más que probable fraude)?; nada:
El verdadero mundo es música. La música es lo monstruoso(1). Si uno la escucha se abriga en el ser. Así la experimentó Nietzsche, para quien la música lo era todo, una realidad que no habría de terminar nunca. Pero lo cierto es que acaba, y por ello se plantea el problema de cómo seguir viviendo cuando ésta ha pasado.
(1)
Ungeheur, en el sentido de inmenso, estremecedor o desbordante.
Nietzsche. Biografía de su pensamiento
Rüdiger Safranski
Nacido con un alma normal, le pedí otra a la música: fue el comienzo de desastres maravillosos.
Silogismos de la amargura
Emil Cioran
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